Los Ibarra de Bragado



R. P. Meinrado Hux

Electo Urquizo - R. P. Meinrado Hux

La Roma Pampeana

Don Ramón Ibarra

"Don Ramón Ibarra era el polo opuesto de don Nicanor Lugones. Este era la prodigalidad ese era el amarrao.

Don Ramón Ibarra vino al país en 1857. Vino a cobijarse a la vera de su hermano Francisco Ibarra, fuerte comerciante del pueblo Mulitas (hoy 25 de Mayo). Desde su llegada, cuando tenía 15 años, se colocó en el almacén de su hermano. Fue muy juicioso, muy contraído y económico. En 1867 Don Francisco Ibarra estableció una sucursal de su negocio en Bragado. Puso de gerente a un vasquito de apellido Chavarría. Este vasco, a pesar de que se había formado en una casa muy seria, que no admitía farras ni jolgorios para sus dependientes, tan pronto como se instaló en Bragado, entró a relacionarse con la camarilla politiquera: los Trejos, con Narciso Lugones, con Pedro de la Cuesta, un procurador, con Emilio Silva, comisario de la Policía, con Beator Dozzo, con Manuel Méndez, con Manuel López (el malo que es el único que aún vive). Estos eran los jefes principales de la sociedad y de las farras del pueblo naciente.

Como era natural la gran casa de Ibarra se hizo el centro político y social de la camarilla y máxime, porque Chavarría, como buen vasco, era generoso y acriollado. Le gustaba convidar a sus amigos con corderos y lechones al asador y con buen vino, y todo esto pagaba la Casa. Era infaltable a las yerras y señaladas de corderos y a todas las fiestas campestres. Alos 18 meses de haber establecido el negocio, Don Francisco Ibarra dio su balance y vio que sus resultados eran desastrosos. Al vasquito “Lo aventó a las lomas de Góngora” y colocó en su lugar a su hermano Ramón Ibarra, como socio y gerente. Esto fue a finales de 1868. El joven Ramón hecho a todos los gorriones que habían comido a Chavarría.

Dese esa fecha hasta hoy, en 1915, Don Ramón Ibarra no se ha entreverado con la camarilla, ni les a ha dado entrada a su casa, ni los acepto como clientes. Por esto, Don Ramón no ha sido estimado ni querido por los políticos locales, porque “nunca quiso dar potrillo para botas”. Los Trejo, Doll y Narciso Lugones se lamían por atropellarlo en alguna forma, pero Don Ramón “no soltaba prenda”. No les dejo abiertas ni puertas ni ventanas. Pero fue siempre muy correcto en sus compras de los frutos de la tierra (cereales) y muy cumplidor en sus contratos. Tuvo siempre la precaución de seleccionar a sus clientes. Prefería tener pocos y honrados, cosa de no incomodar a la justicia ni tener rozamientos de ninguna clase.

Era modesto y humilde, que eran otras cualidades buenas de Don Ramón Ibarra. Nunca quiso descollar en nada, ni entre sus connacionales. No se daba a la chismografía local, ni a la política ni a reuniones sociales. Conocía el refrán que dice: “pueblo chico revolución grande”. Hasta para casarse fue precavido y de buen acierto. Se casó con una niña modesta, hija de un carpintero, llamada Catalina Laporte que vivía enfrente de su negocio, entre Catamarca y Suárez al Este de la Plaza Principal."

SEÑORITAS CASADERAS DE ESA EPOCA

"Don Ramón Ibarra tenía derecho y oportunidad de pedir la mano de señoritas de la “alta sociedad del pueblo”, porque ya tenía un buen capital elaborado y se destacaba por su honradez. Honradez y dinero contaban entre los inmigrantes.

Allí estaban las hijas del doctor Germán Vega, muy educadas y muy sociables; algo aficionadas al lujo relumbroso. Pero no sabrían gobernar la casa de un hombre modesto. Ellas se casaron con tinterillos. Las cuatro señoritas de Sagastume. Estanciero que llego a ser Intendente, eran muy pulidas y decentes. Eran hijas de un vasco francés muy honrado y doctorado. Todas quedaron “para vestir santos”, quiere decir, ninguna se casó. Don Félix Sagastume tuvo además cuatro hijos varones, modelos que han hecho honor a su pueblo.

También estaban las hijas de Alejandro Bazerque, un Frances carpintero, (del que hablamos en el Nª 3 ). El era un gran charlatán. Sus hijas tenían muchos humos y aspiraban casarse con un millonario o con un letrado. Una se conquisto a un vasco, también charlatán y la otra a un carpintero.

Recuerdo a las hijas de Leonardo Muñoz. Tenían unos cuantos pesos a disposición, pero eran muy feas y gastadoras.

Estaban también las hijas del Mayor Don Fabian Gonzalez y de Polonia Ituarte, muy estimados en el pueblo. El era secretario vitalicio de la municipalidad. [Ver Hux: Orígenes de Bragado] Las chicas amaban el humo y el lujo. Su ideal era casarse con un militar, con un médico o abogado. Gracias que pudieron casarse con los maridos que les cayeron entre las manos.

Además estaba la hija de Sebastian Lacoste, el panadero. También tuvo aspiraciones demasiado altas.

Don Ramón Ibarra fue muy prudente al casarse con la Señorita Catalina Laporte. Era una niña de trabajo, sabía administrar la casa. Fue una gran señora por sus virtudes su sencillez y una buena esposa y madre.

Don Ramón llego a ser el comerciante más rico del pueblo. Ninguno de sus colegas, ni los viejos ni los nuevos han juntado un fortunón como el ha reunido. Lo tachaban de egoísta porque no formó a ningún dependiente en su casa, excepto a su sobrino, que hace 30 años que esta en esa casa. Algo semejante ha ocurrido en sus estancias, en sus puestos y chacras. Ningún mayordomo ni capataz ni peón han salido habilitado o socio.

Todos estuvieron a sueldos o jornal. Daba orden a sus capataces de no admitir a los que querían vivir de arriba en tiempos de las esquilas y de las ciegas. Echaban los perros y cuzcos a esos comilones de “arribeños”. Nunca disfrutó de las alabanzas ni se amigó con los señores diputados, senadores, caudillos o personajes relumbrosos."